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La Falacia de la Democracia

Algunas reflexiones

¿Qué tipo de Democracia es la mejor y cuál tenemos vigente?

Jorge Irribarren

Publicado: 2014-01-21

El Diccionario de la Real Academia Española define la Democracia con dos acepciones:  

1.- Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno.

2.- Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.

Pareciera ser que quisiera dejar vigente esa sutil ambigüedad que termina generando una gran diferencia aplicativa. Y es que es muy distinto que el “pueblo intervenga en el gobierno” a que el pueblo “predomine en el gobierno”.

Cuando antiguos filósofos estudiosos de la política y el gobierno, tales como Platón (Grecia S.V-IV A.C.) hablaban de democracia, es importante anotar que se referían a una democracia censitaria, es decir, que existían factores que incidían para poder tener derecho al voto así como otros factores que podrían influir en que un voto pueda tener mayor valor que otro. Aunque el compositor peruano Felipe Pinglo Alva y muchos altruista digan que los seres somos todos de igual valor siempre (definitivamente yo concuerdo que ante Dios y la ley sí debe ser así), en el caso de la democracia es un punto muy controvertido del que yo y muchos discrepamos decididamente.

Ya que he hablado de la Grecia antigua, quisiera adicionar que en dicha sociedad, el derecho a voto era circunscrito a “Los Ciudadanos” y aquí viene la primera “trampa” para lectores poco leídos, ya que para ser considerado “ciudadano” en aquella sociedad, se debía cumplir con ciertos requisitos, el principal, ser residente reconocido y aceptado por el resto de los ciudadanos. Lo que implicaba entre otras cosas, haber tenido acceso a educación y aportar constantemente para el bienestar de la ciudad. De lo contrario, uno era un esclavo o alguien ajeno a la ciudad y por ende sin derechos sobre ella.

La segunda acepción del diccionario de la Real Academia Española, pareciera ser que se asemeja más a lo que tenemos hoy en día. Al menos, a lo que se nos hace creer que es así, ya que en nuestro sistema, en apariencia el gobierno elegido es aquel que la mayoría de los ciudadanos quiere, siendo hoy “un ciudadano”, cualquiera que viva en una ciudad gracias a la obtención de la nacionalidad, algo que en países como el Perú se obtiene con el nacimiento o incluso con la voluntad propia, previo a cumplir algunos requisitos básicos.

En esta modalidad de democracia, que pareciera ser la más justa, es en la que “los más” deberían obtener sus propios representantes y por ende así, poder gobernar y dominar a “los menos”.

¿Pero, es eso cierto? Y si fuera cierto, ¿sería lo correcto?

Contestaré primero la segunda pregunta: si fuera cierto, pues no sería lo correcto, ya que en la actual estructura de nuestra sociedad “los más” son los menos preparados, son quienes tienen menor educación, por consiguiente su decisión no puede ser la mejor.

En cuanto a la primera pregunta, debo decir directamente que tampoco es cierto. El aparato actual de nuestra sociedad, permite manipular justamente a esa parte menos preparada y normalmente asegurar que “los menos ” gracias a “los más” sigan siendo quienes finalmente gobiernen.

Es un círculo vicioso de nunca acabar: Si los candidatos se presentan como los mejores, entonces serán inmediatamente asociados con “los menos” y por ende no saldrán elegidos por “los más”. Si a los candidatos se les asocia con “los más” entonces pese a no ser los mejores, serán elegidos y precisamente por no estar bien preparados serán absorbidos y totalmente manipulados por la cúpula de poder económico (“los menos”).

Pero esta falacia tiene sus vicios, que en una sociedad como la peruana son mucho más palpables y es que al tener tanto ciudadano con pobrísima o inexistente educación, la conducción política sí recae sobre muchas personas no preparadas, las que tras asegurar, mediante pactos o coerciones, las respectivas “partes o beneficios” a la cúpula de poder económico, realizan innumerable cantidad de actos perversos en desmedro del progreso de la sociedad.

Otro vicio latente es cuando el elegido no sucumbe a la cúpula de poder económico, se pelea con esta y pretende gobernar con “verdadera democracia” y entonces casi literalmente todo el mundo lo condena (léase Chávez en Venezuela o Castro en Cuba).

Sin pretender ahondar en los gobiernos que he mencionado, sí le dejo las siguientes interrogantes, lector:

¿Acaso no pareciera ser que esos gobiernos al menos tratan de hacer lo que la mayoría de su propia sociedad quiere?

Y si eso fuese cierto, ¿acaso entonces, no serían los más democráticos? Y así, ¿acaso no son los más criticados y por ende quizá de los más equivocados?

¿No sería esta una prueba que esa verdadera mal concebida democracia, en la que la mayoría es la que predomina en el gobierno, es totalmente errónea?

Cuando Platón en la voz de Sócrates en su libro La República, trata de definir la Justicia, comienza con algunos postulados básicos como “dar a todos por igual”, o “dar a cada quien lo que le corresponda”, pero tras un profundo análisis mayéutico, termina vinculando el mejor significado de Justicia a una sensación del alma que nos hace sentir haber hecho lo correcto y lo bueno, provocándonos un estado sublime que podríamos llamar verdadera felicidad. Así, vemos que es necesaria la educación para poder ser más justos (discernir lo bueno de lo malo, lo incorrecto de lo correcto, por ejemplo) y que por ende no todos tenemos la misma percepción de justicia ni la misma capacidad para llegar a ella. Un ejemplo inmediato e histórico, lo encontramos en la historia del rey Salomón, a quien por ser considerado el más sabio, se le delegó la aplicación de la Justicia en el caso de la pertenencia justa del bebé entre las mujeres que lo disputaban. Otro ejemplo actual es el Poder Judicial, el que delega la aplicación de justicia a magistrados supuestamente muy instruidos en la aplicación de las leyes y la justicia. Entonces, si pretendemos que nuestra democracia sea justa, esta debe estar vinculada definitivamente al mayor saber.

Los dispersos pueblos alemanes del siglo XVIII, por ejemplo, basaron su progreso como sociedad sólida principalmente en la educación. Su democracia no deja de tener vicios y fallas, pero me queda claro que precisamente gracias a la educación y de manera similar en otras naciones consideradas de primer mundo, su sistema actual de gobierno y estructura social, se acerca más a lo que podríamos definir como un modelo justamente democrático.


Escrito por

Jorge Irribarren

Ingeniero Industrial, Master en gestión de empresas. Especialista en MKT Estratégico de alimentos y bebidas.


Publicado en

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